
Durante la era victoriana, Manchester experimentó un crecimiento urbano que generó una crisis de residuos, con toneladas de excremento humano colapsando las calles. La ciudad intentó enviar estos residuos en tren a una finca rural en Nottinghamshire, pero el plan fue rechazado debido a la oposición de las comunidades rurales. Finalmente, la ciudad encontró una solución intermedia en un terreno pantanoso llamado Chat Moss, donde se enviaban toneladas de excremento humano para ser tratados y utilizados como fertilizante. Este sistema funcionó durante décadas y permitió a la ciudad desarrollar una red moderna de alcantarillado. La historia de Manchester es un ejemplo de cómo las sociedades lidian con los efectos colaterales de su crecimiento, y cómo la gestión de residuos puede ser un desafío importante para las ciudades.