
La erupción del volcán Thera, fechada entre 1627 y 1600 a. C., tuvo un Índice de Explosividad Volcánica (VEI) de 7 y se desarrolló en cuatro fases sucesivas. Un estudio publicado por el geocientífico griego Dimitrios Ntokos revela que los vientos jugaron un papel fundamental en la distribución de las cenizas volcánicas, que se extendieron por vastas regiones del Mediterráneo oriental. El modelo geoespacial desarrollado por Ntokos muestra una doble dispersión de cenizas, hacia el sur y el sureste, y hacia el noreste, afectando regiones como Ucrania, Georgia y el este de Anatolia. La erupción tuvo graves consecuencias, incluyendo daños a cultivos, mortandad del ganado, contaminación de recursos hídricos y desencadenamiento de lluvias ácidas, lo que desembocó en hambrunas, migraciones y colapso social.