
La inteligencia artificial (IA) ha revolucionado la detección de ondas gravitacionales, permitiendo filtrar señales débiles y procesar grandes volúmenes de datos en tiempo real. En 2015, el observatorio LIGO detectó por primera vez una señal de ondas gravitacionales, generada por la fusión de agujeros negros que ocurrió hace 1.300 millones de años. La IA ha mejorado la precisión de los detectores y ha permitido simular eventos cósmicos jamás observados, como la colisión de agujeros negros supermasivos. La IA también ha permitido clasificar los distintos eventos que provocan las ondas gravitacionales y predecir parámetros astrofísicos cruciales. El futuro de la detección de ondas gravitacionales es prometedor, con la posibilidad de realizar detecciones ultraprecisas y explorar fenómenos desconocidos.