
Una investigación en Baviera reveló una caída del 65% en las poblaciones de abejas en zonas urbanas, atribuyendo el declive a temperaturas nocturnas más altas y al uso intensivo del suelo. El estudio analizó 179 ubicaciones y encontró que las abejas en hábitats naturales resisten mejor al aumento de temperaturas, mientras que las que viven en ciudades enfrentan un descenso dramático. La fragmentación del hábitat y la urbanización reducen los espacios naturales para las abejas, afectando su capacidad para encontrar alimento y refugio. El declive de las abejas tiene consecuencias económicas y alimentarias, ya que muchas especies contribuyen a la polinización de cultivos esenciales.