
James A. Garfield, presidente de Estados Unidos, fue tiroteado por Charles Guiteau el 2 de julio de 1881. Aunque las balas no causaron daños letales, el tratamiento médico posterior fue devastador. El doctor Willard Bliss y sus colegas no creían en la teoría microbiana y no utilizaron técnicas antisépticas, lo que empeoró la situación. Garfield fue sometido a múltiples procedimientos, incluyendo la búsqueda de la bala con un detector de metales, pero sin éxito. La herida original se transformó en una incisión de más de 50 centímetros, abierta y drenada de forma continua, lo que llevó a una infección generalizada y la muerte del presidente el 19 de septiembre de 1881. La autopsia reveló una hemorragia interna y una infección generalizada que había afectado a todos los órganos principales.