
Un estudio reciente ha revelado que el uso de la lana y el desarrollo de formas de vida más sedentarias durante el Neolítico crearon el entorno perfecto para la propagación de la bacteria Borrelia recurrentis, causante de la fiebre recurrente. La domesticación de ovejas y la explotación intensiva de la lana coincidieron con un aumento en la presencia y viabilidad de piojos, que encontraron en las prendas de lana un nuevo refugio. El análisis de cuatro genomas antiguos de B. recurrentis, obtenidos a partir de dientes humanos que datan de entre hace 2.300 y 600 años, reveló que la bacteria perdió una parte importante de su material genético durante su adaptación al piojo humano. Los investigadores sostienen que el aumento de la densidad de población y el contacto estrecho entre individuos durante el Neolítico crearon las condiciones ideales para que B. recurrentis se propagara con eficacia.