
Un estudio liderado por Joshua Hartshorne evaluó a más de 48 mil personas y encontró que la inteligencia no se comporta de forma lineal. La velocidad para procesar información alcanza su máximo rendimiento entre los 18 y 19 años, mientras que la memoria a corto plazo se fortalece hasta los 25 años. La capacidad para interpretar emociones ajenas mejora con la edad, alcanzando su punto más alto entre los 40 y 50 años. Además, se encontró que la inteligencia cristalizada, que involucra conocimientos adquiridos y habilidades sociales, mejora con la experiencia acumulada, y que personas entre 65 y 75 años superaron en desempeño a adultos más jóvenes en pruebas de vocabulario.