
La crononutrición, una disciplina emergente, sugiere que el momento en que comemos afecta a nuestros ritmos biológicos. Un estudio con 880 niños de entre 8 y 13 años en cinco ciudades españolas encontró que los niños que desayunaban más tarde mostraban niveles más bajos de glucosa y colesterol LDL. Sin embargo, cenas tardías o ventanas muy prolongadas empeoraban la dieta. Un 60% de los niños dormía menos horas de las recomendadas, lo que sumado a horarios irregulares y comidas poco planificadas, compone un entorno metabólicamente desfavorable. Los investigadores recomiendan acortar la ventana diaria de alimentación y sincronizarla mejor con el descanso nocturno.