
Los pilotos y tripulantes de cabina se enfrentan a condiciones únicas que ponen en jaque su bienestar. A las grandes altitudes, la radiación cósmica ionizante y la ultravioleta incrementan su exposición a dosis que superan las de cualquier otra profesión en tierra. Esto puede desencadenar daños en el ADN y favorecer la aparición de cánceres, como el melanoma, especialmente en quienes realizan vuelos intercontinentales de larga duración. La alteración de los ritmos biológicos también es un riesgo, ya que los constantes cambios de huso horario, el trabajo nocturno y la exposición prolongada a luz artificial generan un caos en el ritmo circadiano. Esto puede derivar en problemas cardiovasculares, metabólicos y trastornos del sueño, además de un mayor cansancio crónico y síntomas psicológicos que afectan a su calidad de vida. Las constantes variaciones de presión atmosférica en cabina podrían multiplicar el riesgo de sufrir enfermedades cardíacas. El aire contaminado por fugas de aceite o productos químicos y los ambientes de baja humedad agravan los problemas respiratorios, neurológicos y dermatológicos. Las mujeres del sector suelen tener embarazos más tardíos y un mayor riesgo de complicaciones. Es urgente la implantación de medidas efectivas, como sistemas de control de la exposición a radiación, optimización de turnos y mejora de la calidad del aire a bordo.