
La felicidad en la infancia se manifiesta en aspectos emocionales, comportamientos exploratorios y vínculos saludables. La expresión emocional y los modelos positivos son clave, ya que un niño que puede comunicar libremente lo que siente suele gozar de mayor bienestar emocional. La curiosidad, el juego y los vínculos afectivos también son indicadores de felicidad. La resiliencia se construye desde los primeros años de vida y los padres juegan un rol crucial en acompañar al niño en su enojo o tristeza. La actividad física y el equilibrio emocional también son importantes, y un estudio del profesor Russ Jago encontró que los niños que hacen ejercicio con frecuencia son más felices y sufren menos estrés.