
Una investigación liderada por la dermatóloga Sara Brown de la Universidad de Edimburgo, que revisó 16 estudios con más de 25.000 participantes, encontró que la exposición temprana de los bebés a los perros podría reducir el riesgo de eccema, especialmente en quienes tienen predisposición genética. La clave estaría en una proteína del sistema inmunitario, la interleucina-7, que regula la inflamación. Los científicos detectaron que la exposición a perros suprime la inflamación relacionada con una de las variantes genéticas, al modificar cómo se expresan ciertos receptores en la piel.