
Una investigación reciente del King’s College de Londres ha demostrado que nuestros genes no actúan en solitario, sino que modifican la forma en que absorbemos lo que nos ocurre. Analizando los datos de casi 22.000 gemelos idénticos, el estudio sugiere que la interacción entre ADN y entorno es clave para entender condiciones como el autismo, la ansiedad, la depresión o el TDAH. Thalia Eley, genetista conductual y coautora del estudio, explica que los genes moldean nuestra reacción al entorno, creando caminos únicos hacia la salud o el malestar psicológico. Los investigadores identificaron qué genes hacen que algunas personas sean más permeables a las experiencias, descubriendo que los genes relacionados con el crecimiento podrían estar conectados con rasgos autistas, mientras que los que intervienen en la respuesta al estrés se asocian a la depresión. Esto podría transformar la manera en que tratamos y prevenimos trastornos mentales, permitiendo adaptar mejor las terapias o intervenir antes. La comprensión de este delicado equilibrio entre ADN y circunstancias puede ayudar a quienes viven con desafíos mentales a tener no solo un diagnóstico más ajustado, sino también una atención más personalizada.