
Investigadores han demostrado que 72 horas de silencio absoluto pueden desencadenar cambios sorprendentes en nuestras funciones mentales, como la regeneración neuronal, la agudeza sensorial y el equilibrio emocional. Las ondas beta disminuyen, dando paso a ondas alfa y theta, que promueven calma, creatividad y atención plena. Los participantes mostraron mejoras significativas en sus habilidades cognitivas, como la memoria de trabajo y la resolución de problemas. El silencio también favoreció una mejor comunicación entre los centros cerebrales encargados de regular el estrés y agudizó los sentidos. Los científicos proponen dos horas diarias de silencio acumulado para frenar el deterioro cognitivo y mejorar el bienestar mental.