
La exclusión en la infancia puede dejar cicatrices invisibles que moldean la personalidad en la vida adulta, identificándose 11 rasgos comunes en quienes crecieron sintiéndose apartados, como inseguridad social, perfeccionismo, creatividad, lealtad inquebrantable, empatía extrema, baja autoestima, tendencia a analizar en exceso, complacer a los demás, necesidad de validación externa, potencial de aislamiento y resiliencia. La terapia y el trabajo en el desarrollo personal pueden ayudar a transformar estas cicatrices en herramientas poderosas para la vida.