
En 1774, el capitán Robert Newburgh fue expulsado del Ejército británico por su forma de vestir, moverse y hablar, lo que se consideraba una amenaza a la autoridad jerárquica y la masculinidad institucional. El juicio se centró en su apariencia y estilo, más que en su conducta profesional. La sentencia fue su expulsión del Ejército, probablemente para sofocar el asunto sin provocar más tensiones. El historiador John McCurdy destaca que el juicio reveló que el Ejército británico del siglo XVIII vigilaba con especial celo la manera en que un hombre se comportaba, hablaba y vestía.