
Durante la Segunda Guerra Mundial, las mujeres japonesas tuvieron un papel fundamental en el esfuerzo bélico, pero su experiencia fue silenciada por una estructura ideológica que exaltaba el deber, la disciplina y la obediencia. El ideal femenino en el Japón imperial se basaba en la maternidad y la sumisión, y se les exigía ser 'buenas esposas y sabias madres'. Miles de mujeres fueron reclutadas forzosamente para trabajar en fábricas militares y arsenales, y decenas de miles de mujeres, principalmente coreanas, chinas, filipinas e indonesias, fueron secuestradas o engañadas para servir como esclavas sexuales del ejército imperial. La posguerra no incluyó una reparación simbólica para las víctimas, y el silencio persistió como herencia de un pasado incómodo. No fue hasta los años 90 cuando algunas víctimas comenzaron a alzar la voz, exigiendo justicia y reconocimiento histórico.