
El telescopio James Webb ha observado un fenómeno en el que una estrella se traga a un planeta en un proceso lento y silencioso, a 12.000 años luz de distancia en la Vía Láctea. La estrella, similar en masa a nuestro Sol, había estado envejeciendo durante cientos de miles de años antes de devorar al planeta que orbitaba a su alrededor. Esto sugiere que incluso estrellas aparentemente estables pueden arrastrar lentamente a sus planetas a una desaparición inevitable.