
Los ultrarricos buscan casas sin tecnología, prefiriendo un estilo de vida más simple y desconectado. La desintoxicación digital se ha convertido en un lujo, con diseñadores de interiores como Holly Hunt y Gillian Flynn afirmando que los clientes no quieren casas más inteligentes que ellos. La tecnología domótica puede ser un desincentivo, con problemas de compatibilidad y obsolescencia programada. Expertos como India Alexandra y George Carrillo destacan la importancia de la simplicidad y la desconexión en las casas de lujo. Los sistemas domotizados también plantean preocupaciones de seguridad, con riesgos de hacking y recopilación de datos. En cambio, las casas 'tontas' ofrecen un refugio de la tecnología, con un costo de más de 100.000 dólares por sistemas domóticos que a veces no funcionan correctamente.