
Evaristo Jalondo, un preso de 37 años de Madrid, ha llorado de alegría al entrar en su celda y comprobar que es más grande que su piso, donde pagaba 600 euros al mes por una habitación. Ha decidido prolongar su estancia en la cárcel para ahorrar dinero y ha pedido a su abogado que no recurra la sentencia de cuatro años de prisión. Valora la privacidad y no tener que compartir baño, y considera que la cárcel es una opción más asequible que el mercado de vivienda actual.