
Emily Hobhouse, una mujer británica, viajó a Sudáfrica en 1900 para denunciar los crímenes del Imperio Británico durante la Segunda Guerra Anglo-Bóer. Encontró campos de concentración con condiciones infrahumanas, donde miles de mujeres y niños bóeres morían por falta de agua, comida y medicamentos. Hobhouse documentó todo y presentó un informe de 40 páginas al Ministerio de Guerra en 1901, lo que provocó una reacción política y llevó a la mejora de las condiciones en los campos. A pesar de su contribución, fue marginada y vilipendiada en Reino Unido, pero en Sudáfrica se convirtió en un símbolo de humanidad. Murió en 1926 y sus cenizas fueron llevadas a Sudáfrica, donde recibió un funeral de Estado.