
La capacidad de digerir leche en la edad adulta se considera un privilegio nutricional que se remonta al Neolítico, hace entre 9.000 y 7.000 años. La leche es rica en nutrientes, incluyendo proteínas, grasas, calcio, fósforo, vitamina D y vitaminas del complejo B. La enzima lactasa, producida en el intestino, permite digerir la lactosa, un azúcar disacárido presente en la leche. La persistencia de la lactasa en la edad adulta se convirtió en un rasgo mayoritario en gran parte de Europa debido a la selección natural. Los expertos recomiendan no dejar de consumir lácteos sin consultar con un médico, ya que la intolerancia a la lactosa puede ser inducida por una mala praxis alimentaria. Las personas intolerantes pueden consumir hasta 12 gramos de lactosa sin efectos secundarios, equivalente a un vaso de leche entera de 250 ml.