
La dismorfia de productividad es una percepción distorsionada de nuestra propia productividad, llevando a creer que nunca trabajamos lo suficiente. Se caracteriza por sentimientos persistentes de culpa o ansiedad por no estar trabajando, dificultad para disfrutar del tiempo libre y comparación constante con los demás. Esto puede derivar en estados de estrés crónico, depresión, ansiedad y baja autoestima. La presión social, la comparación en redes sociales y la cultura de la hiperproductividad son factores desencadenantes. Para combatirla, se recomienda establecer límites claros entre el horario de trabajo y el personal, practicar la autocompasión y reducir la exposición a figuras tóxicas en redes sociales.