
Madrid no necesita playa porque ofrece una experiencia de verano sin reservas, con posibilidades y aire acondicionado. El autor compara la playa con un lugar donde la gente se muestra sin filtros, con excesos y sin dignidad. En cambio, Madrid se vacía de ruido y se llena de posibilidades en verano. El autor también menciona su experiencia en un Meliá, donde el aroma es siempre el mismo, y su preferencia por el lujo sin pretensiones. Además, recuerda la crisis del hielo en Madrid, donde cayeron piedras del cielo y su calle se convirtió en un canal veneciano.