
Los perros en la antigua Roma ejercieron roles de guardianes, compañeros y símbolos importantes en la vida de los romanos. La función protectora del perro fue valorada en la sociedad romana, y se utilizaban perros grandes y robustos para proteger el ganado y las propiedades rurales. Los perros también demostraban su valía en la caza, y se les consideraba compañeros indispensables en las actividades que implicaban destreza, coordinación y fidelidad. Además, los perros se convirtieron en criaturas mimadas, especialmente entre las clases acomodadas, y se les otorgaba sepultura propia. La relación entre los romanos y sus perros fue profunda y compleja, y se refleja en la iconografía y el simbolismo de la época.