
La arqueología ha dejado de ser una disciplina confinada a laboratorios y publicaciones especializadas, y ahora se integra en la vida cotidiana de las sociedades contemporáneas. Se necesitan estrategias educativas, legislativas y tecnológicas para facilitar el acceso a la información arqueológica. Ejemplos como Tarragona, Cartagena o Mérida muestran cómo los restos arqueológicos pueden convertirse en parte del paisaje urbano y del entretenimiento de la sociedad. Las redes sociales han transformado la manera en que las personas interactúan con la arqueología, y proyectos de voluntariado arqueológico y actividades para niños y adolescentes fomentan el interés por la arqueología. Sin embargo, la falta de acceso equitativo a los recursos arqueológicos en comunidades con menos infraestructura cultural es un obstáculo, y la financiación de proyectos de divulgación sigue siendo limitada.