
El Papa Francisco solicitó no ser embalsamado después de su fallecimiento, siguiendo la tradición de pontífices modernos como Benedicto XVI, Juan Pablo II, Juan Pablo I y Pablo VI. Su cuerpo fue sometido a un tratamiento de tanatopraxia y estará expuesto en la Basílica de San Pedro hasta el viernes por la noche. Esta decisión se alinea con su imagen de sencillez y humildad, y marca un alejamiento de prácticas pasadas que consideraban la preservación del cuerpo del papa como una obligación ceremonial.