
En 1956, un equipo de científicos descubrió una nueva especie de bacteria, Deinococcus radiodurans, que es capaz de sobrevivir a dosis extremadamente altas de radiación ionizante, hasta 5.000 Gy. La bacteria utiliza mecanismos pasivos y activos para reparar su ADN dañado y limitar la degradación del ADN después de recibir radiación. El estudio de esta bacteria ha continuado durante décadas y ha llevado al descubrimiento de nuevos aspectos de su resistencia, como la presencia de un compuesto antioxidante llamado MDP, que podría ser utilizado para proteger a los humanos de la radiación.