
El 18 de mayo de 1980, el monte Santa Helena explotó con una fuerza equivalente a 500 bombas atómicas, matando a 57 personas y causando más de 1.000 millones de dólares en daños. La erupción fue precedida por una serie de temblores y una protuberancia creciente en la ladera norte del volcán. El deslizamiento de tierra desplazó más de 3.3 mil millones de metros cúbicos de roca, hielo y tierra, y la cumbre perdió más de 400 metros de altura. La nube de ceniza se esparció por todo Estados Unidos en cuestión de días y dio la vuelta al planeta en solo dos semanas. La erupción también transformó la geografía y la ecología del lugar, y se convirtió en un laboratorio natural único para estudiar la regeneración de los ecosistemas.