
Los algoritmos forman parte de la vida diaria, desde recetas de cocina hasta modelos de inteligencia artificial que predicen el comportamiento. Sin embargo, su creciente uso para tomar decisiones sobre personas plantea preguntas sobre justicia, transparencia y responsabilidad. Los algoritmos pueden replicar desigualdades existentes debido a los datos históricos con los que se entrenan o al diseño del modelo. Investigadores han desarrollado mecanismos como el multicalibraje para ajustar algoritmos y mejorar su comportamiento en distintos subgrupos sociales. La inteligencia artificial no solo toma decisiones, sino que también filtra la información que recibimos, lo que puede reforzar estereotipos o fomentar adicciones. Es necesaria una colaboración entre informáticos, juristas, filósofos, responsables públicos y ciudadanos para diseñar y aplicar la tecnología de manera justa y transparente.