
La Capilla Sixtina se ha convertido en un búnker antifiltraciones con 133 cardenales sometidos a un estricto protocolo de aislamiento digital, incluyendo la desconexión total de wifi, teléfonos móviles y redes sociales, así como la implementación de inhibidores de frecuencia, blindaje físico, barrera electromagnética y cámaras con IA. La Gendarmería Vaticana y la Guardia Suiza Pontificia supervisan un sistema integrado de vigilancia con más de 650 cámaras. El único medio de comunicación durante el cónclave es el humo blanco o negro.