
En Singapur, poseer un coche no es práctico, sino una declaración de estatus. El sistema de certificados de propiedad (COE) impone pagos astronómicos, como 84.000 dólares, para comprar un vehículo. La red de transporte público es asequible y eficaz, con trayectos largos que cuestan menos de 2 dólares. La política ha resultado efectiva, con apenas 11 coches por cada 100 habitantes. Para los ricos, adquirir un vehículo no es un problema, pero para la clase media, es un lujo difícil de sostener. El mantenimiento, gasolina, estacionamiento y seguros pueden superar las expectativas iniciales, como en el caso de Andre Lee, que vendió su coche después de tres años.