
La pintura medieval utilizaba colores con significados espirituales y teológicos, como el lapislázuli, que se asociaba con la divinidad y la Jerusalén Celestial. El uso de pigmentos costosos como el oro, la plata y el bronce indicaba la importancia jerárquica de las figuras representadas. La calidad espiritual de cada color dependía de la materia que lo componía, y se utilizaban técnicas como el mosaico, el esmalte y el vitral para destacar la materialidad de la obra. El artista Giotto empleó cuatro materiales distintos para los halos de las figuras en la Capilla Scrovegni, y el análisis técnico de la tabla de Lluís Borrassà reveló el uso de tres pigmentos azules distintos. La jerarquía cromática se aplicaba también a la escultura policromada y a la iluminación de manuscritos, y se utilizaban pigmentos como el cinabrio y el lapislázuli para los personajes principales.