
En los poblados ibéricos de Puig Castellar y Ullastret, arqueólogos han desenterrado cráneos humanos con evidencias de haber sido decapitados. Un análisis isotópico ha revelado que muchas de estas cabezas pertenecían a forasteros, prisioneros de guerra o enemigos abatidos. Los resultados sugieren que estos cráneos eran trofeos de guerra, exhibidos como advertencia a posibles enemigos. La decapitación de enemigos y su exposición en espacios públicos pudo haber sido una estrategia para infundir miedo y reafirmar el dominio sobre el territorio.