
Hace mil años, la religión cristiana se oponía al paganismo y la superstición, pero también imponía sus propias supersticiones. En el siglo XI, surgieron herejías como la de los valdenses y los cátaros, que defendían la pobreza y la castidad. Los cátaros, también llamados albigenses, creían en la igualdad absoluta de hombres y mujeres y en la abolición del sistema feudal. Practicaban un rito de purificación llamado consolamentum, que les permitía acceder al grado máximo de purificación. Las mujeres cátaras, como la condesa Esclaramunda de Foix, recibían el consolamentum y eran consideradas 'buenas damas'. La herejía cátara se extendió por el sur de Francia y el norte de Italia, y fue perseguida por la Inquisición católica. La Cruzada albigense, que duró 35 años, prácticamente eliminó a los cátaros. La influencia de la herejía cátara se dejó sentir en la literatura y la poesía, como en el Roman de la Rose, que se convirtió en la Biblia del amor cortés.