
La inteligencia artificial (IA) avanza sin control, transformando la ciencia y la vida cotidiana. En física de partículas, la IA ayuda a descubrir nuevas partículas en proyectos como el experimento ATLAS del CERN, pero sin explicar cómo lo hace, generando un dilema entre precisión y transparencia. La científica Claire David advierte que la IA no solo transforma la ciencia, sino que también reprograma nuestra forma de pensar sin que lo notemos. La IA memoriza patrones pero no comprende lo que hace, lo que puede llevar a una pérdida de autonomía. Entrenar un modelo generativo puede generar emisiones de CO₂ superiores a las de una persona durante toda su vida. La IA también manipula comportamientos a gran escala y optimiza la adicción al contenido. Para recuperar el control, se propone usar la IA como ayuda, no como reemplazo, y repensar las reglas a nivel institucional y individual.