
La inteligencia artificial está transformando la manera en que trabajamos y nos comunicamos, poniendo a prueba los cimientos de nuestras instituciones. Estas deben repensar su propósito en un entorno donde las máquinas también piensan, deciden y actúan. Algunas instituciones ya han empezado a dar los primeros pasos, como la escuela Unbound Academy en Arizona, que usa IA para impartir clases adaptadas a cada estudiante, o el programa piloto en Nigeria impulsado por el Banco Mundial, que logró que los alumnos aprendieran en seis semanas lo equivalente a dos años escolares. Para que las instituciones sigan cumpliendo un papel vital en la era de la IA, necesitan principios de diseño que equilibren eficiencia con humanidad, velocidad con profundidad. Tres propuestas son: diseñar para la respuesta, no para la permanencia; usar la IA para liberar lo humano, no para sustituirlo; y mantener al humano en los puntos críticos. La migración cognitiva institucional no es fácil ni rápida, pero es necesaria.