
Investigadores de Harvard han equipado a la RoboBee con cuatro patas inspiradas en la típula, lo que permite un aterrizaje suave. El equipo, liderado por Robert Wood, ha logrado superar el obstáculo del "efecto suelo" que impedía el aterrizaje controlado. La RoboBee pesa una décima parte de un gramo y sus alas extendidas miden 3 centímetros. El equipo espera dotar a las RoboBees de sensores, energía y autonomía de control para aplicaciones prácticas como monitoreo ambiental y polinización artificial.