
El emperador Tito, que llevaba meses en el trono tras la muerte de su padre Vespasiano, envió ayuda para asistir a las víctimas y reconstruir lo que quedó tras la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. La erupción del Vesubio fue repentina, violenta y mortífera, sepultando Pompeya, Herculano y otras ciudades costeras bajo una nube abrasadora de piedra pómez y ceniza. Tito actuó con celeridad sorprendente, enviando emisarios, nombrando una comisión de senadores con rango consular y movilizando recursos imperiales para socorrer a las poblaciones afectadas. La región de Campania era una joya del imperio, centro agrícola, turístico y residencial de la aristocracia romana. Tito no se limitó a mandar ayuda, distribuyó bienes del tesoro imperial y se negó a lucrarse con las propiedades sin herederos de los muertos, destinándolas a la reconstrucción de las ciudades. El operativo incluyó senadores nombrados por sorteo para coordinar tareas en la región de Campania. La logística no era sencilla, el paisaje había cambiado por completo, con rutas inservibles y cadáveres generando un ambiente insalubre. Se organizaron equipos para retirar escombros, rescatar supervivientes atrapados y recuperar objetos de valor de entre las ruinas.