
Una gamba no sindicada escribe una carta denunciando el genocidio gamberil que sufre su especie cada Primero de Mayo, cuando son consumidas en grandes cantidades. La gamba, madre soltera y trabajadora en una marisquería de Madrid, pide que se proteja a su especie y a otros mariscos. El autor del artículo se solidariza con la gamba y sugiere que los sindicalistas deberían crear un sindicato marisquero para defender los derechos de los mariscos.