
El PSOE arrastra un problema grave al no haber confrontado su pasado oscuro, a diferencia de la derecha. El PP ha condenado el golpe de Franco, pero el PSOE no ha repudiado los sucesos de octubre de 1934. El PSOE encarna una tradición de sectarismo, autoritarismo y corruptelas que lo hace incompatible con la democracia liberal. La corrupción institucionalizada del PSOE se refleja en casos como el caso Flick, la expropiación de Rumasa, el GAL, Filesa, Ibercop, Luis Roldán, las escuchas del CESID, el caso KIO, los Fondos Reservados o las corruptelas de la Expo 92. Con Zapatero, la corrupción continuó, destacando el caso ERE en Andalucía, con condenas a líderes como Chaves y Griñán, luego exonerados por tribunales con influencia socialista. La disolución del PSOE es necesaria, como cualquier organización delictiva, para permitir una socialdemocracia limpia.