
El presidente Donald Trump ha implementado una prohibición de ingreso a Estados Unidos para ciudadanos de una veintena de países, lo que supone un cambio significativo en la política de inmigración del país. La medida restringe totalmente la visita de ciudadanos de 12 países, como Haití, Afganistán y Sudán, y prohíbe casi totalmente la entrada de los oriundos de nueve países adicionales, entre ellos Cuba y Venezuela. Según expertos, las nacionalidades prohibidas representan solo el 0,2% de todas las muertes de terroristas nacidos en el extranjero en los últimos 50 años. La política es considerada cruel y extrema, y se estima que prohibirá la entrada de más de 100.000 inmigrantes y más de 500.000 visitantes que antes hubieran ingresado a Estados Unidos legalmente. La medida también revierte la tradición estadounidense de dar refugio a los inmigrantes que huyen de tiranías, como las socialistas de Cuba y Venezuela. La evidencia sugiere que la inmigración siempre ha beneficiado a Estados Unidos, económicamente, culturalmente y en términos de seguridad pública.