
La fundación de Roma no fue el resultado de un solo evento ni de un líder mítico, como Rómulo. La ciudad surgió de un proceso largo y gradual, en el que distintos grupos humanos se asentaron en las colinas cercanas al río Tíber. Los primeros indicios de asentamientos en el Lacio datan del segundo milenio a. C. Los etruscos también dejaron su huella en la organización política, religiosa y urbana de la ciudad. Los romanos heredaron de los etruscos símbolos de poder, como el fasces, y costumbres como los augurios. La ciudad se convirtió en un centro de poder regional y se consolidó la estructura social que daría paso, siglos después, a la República y al Imperio.