
El Imperio Romano experimentó un giro religioso significativo el 8 de noviembre del año 392, cuando el emperador Teodosio decidió que solo el cristianismo sería aceptado como religión oficial. Esto marcó el fin de la tolerancia hacia los cultos paganos y el comienzo de una nueva era en la que la Iglesia cristiana se convirtió en un agente con capacidad jurídica, económica y social. El proceso de conversión había comenzado décadas antes con Constantino, quien promulgó el Edicto de Milán en 313, y continuó con el Concilio de Nicea en 325. El emperador Juliano intentó revertir este proceso, pero fracasó. La decisión de Teodosio consolidó el poder de la Iglesia y estableció una nueva relación entre religión y política.