
Las polillas no se sienten atraídas por la luz, sino que su sistema de orientación se ve alterado por la presencia de fuentes artificiales. En su hábitat natural, utilizan la luz de la Luna para guiarse en línea recta. La verdadera causa de su presencia en los hogares está en el aire, literalmente, y se debe al olfato humano. Estudios como el de la Universidad de Washington demuestran que ciertas especies reaccionan fuertemente a olores imperceptibles para nosotros. El cambio climático ha facilitado que muchas polillas expandan sus territorios hacia zonas urbanas, donde encuentran recursos como harinas mal almacenadas, ropa sucia, humedad y calor constante.