
Ucrania lanzó la mayor ofensiva con drones desde el inicio de la guerra, golpeando simultáneamente bases aéreas rusas, inutilizando o destruyendo al menos el 34% de su flota de bombarderos de largo alcance, con un daño económico estimado de 7.000 millones de dólares. La operación, planificada durante más de un año y medio, fue dirigida personalmente por el presidente Volodímir Zelenski y el jefe del Servicio de Seguridad de Ucrania, Vasyl Maliuk. Los drones fueron introducidos clandestinamente en Rusia, ocultos dentro de estructuras de madera que simulaban casas, montadas sobre camiones, y lanzados desde cerca de las bases aéreas. La operación ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de la defensa rusa y la capacidad ucraniana de proyección ofensiva a larga distancia.