
El Gobierno laborista del Reino Unido, liderado por Keir Starmer, anuncia el fin de las políticas migratorias laxas e introduce nuevas medidas para controlar la inmigración. El objetivo es 'invertir en nuestra propia gente' y priorizar a los trabajadores británicos. Se endurecerán los requisitos de conocimiento del inglés, se implementarán sistemas de reconocimiento para identificar y expulsar a inmigrantes ilegales, y se elevarán las exigencias académicas para acceder legalmente al país. Además, se aumentarán los impuestos para empresarios que empleen trabajadores extranjeros. Estas medidas buscan reducir la migración neta y favorecer 'el interés nacional'.