
El Papa Pío XII, fallecido el 9 de octubre de 1958, pidió no ser embalsamado y en su lugar se sometió a un proceso experimental con hierbas aromáticas. Sin embargo, este proceso aceleró la descomposición de su cuerpo, que se volvió negro y explotó dentro del ataúd durante las exequias. El Vaticano intentó preservar el cuerpo atándolo y colocándole una máscara de cera, pero finalmente fue sepultado en las grutas vaticanas. El médico responsable, Riccardo Galeazzi-Lisi, fue despedido y expulsado del Colegio de Médicos.