
Japón ha introducido nuevas normas que limitan la libertad con la que los padres pueden nombrar a sus hijos, centrándose en la pronunciación de los caracteres kanji permitidos en el registro civil. La reforma busca contener la creciente ola de nombres kirakira, que han provocado confusión en trámites administrativos y burlas hacia los niños. Los padres deberán declarar la lectura fonética del nombre y ceñirse a pronunciaciones reconocidas oficialmente. La nueva normativa es una forma de equilibrar la tensión entre el deseo de destacar y el peso de la tradición japonesa. De los cerca de 3.000 kanji permitidos, muchos tienen múltiples lecturas aceptadas, pero ciertas combinaciones fonéticas eran tan extravagantes que resultaban ininteligibles.