
Los cardenales se dan un atracón antes de encerrarse en el cónclave, que puede durar desde días hasta años. La comida durante el cónclave está sujeta a reglas estrictas para preservar la confidencialidad, como no servir pasteles cerrados o bebidas en recipientes opacos. La tradición se remonta a 1274, cuando el papa Gregorio X impuso normas severas para evitar estancamientos. Actualmente, las monjas de la Domus Sanctae Marthae preparan platos sencillos de la cocina de Lazio y Abruzzo. Los cardenales también tienen la costumbre de dar un último gusto en sus restaurantes favoritos romanos antes de recluirse.